viernes, 11 de marzo de 2011

LA MIRADA

Por: Victoria Martínez


Yo estaba en un lugar solo, la lluvia caía sin cesar, el viento y las gotas me recordaban aquel rostro hermoso y angelical. Recordaba su sonrisa, y en especial, esos grandes ojos penetrantes con los que me miró el día que la conocí en aquel parque cuando ambos nos vimos empapados y casi sumergidos en un gran charco que dejó la lluvia.
Pensé en hablarle, la miré y me miró, mi corazón latía tan fuerte que lo sentí salir, mis débiles piernas temblaban y empecé a tartamudear, pero ella con indiferencia se marchó; yo, entonces pensé en averiguar su nombre, pero nadie supo decirme cuál era, todas son tan parecidas, me decían, pero yo opinaba diferente, para mí ella era especial, distinta a las demás, simplemente por su mirada. Pasé días enteros pensando en ella, volví a aquel parque y la vi tan alegre platicando con sus amigas que no me atreví a acercarme a ella.
Un día no puede más con esta sensación de angustia, sin pensarlo fui a buscarla, pero en el camino vi a alguien pidiendo ayuda, era la pequeña Niky, casi ahogada en el lodo, la ayudé a salir y partí de nuevo hacia su búsqueda.
Casi llegando a ella oí gritos y no pude ignorarlos, corrí a ver qué ocurría, era una gran amiga, ¡Oh! Qué trágico accidente, no llegué a tiempo, pensé en detenerme, pero mis ansias de estar con ella me hicieron seguir mi rumbo.
Avancé unos cuantos metros y me detuve en una esquina, ahí estaba ella, logré mirarla entre las llantas de los carros que pasaban unos tras otros velozmente; me miró, adiviné en su mirada que ella sabía a lo que iba, la vi gritar unas palabras, no podía escucharla por el fuerte ruido de los autos y el rechinar constante de llantas y mofles, sonidos a los que aún no lograba acostumbrarme a pesar de que los escuchaba todos los días a todo momento, alguna vez le dije a mi madre que me gustaría conocer el silencio.
Mi mirada estaba fija en sus labios intentando descifrar qué decía; por fin lo logré, estoy casi seguro que intentaba decir: Te amo; en ese momento, justo cuando leí sus labios cruzó corriendo la calle para ir hacia mí, sentí que mi sueño se convertía en realidad. De pronto un carro pasó sobre ella, murió instantáneamente, como suelen morir todos los que son cruelmente aplastados por una de esas llantas, sin que nadie se detenga, sin que nadie haga nada, y siguieron pasando una tras otras más llantas. No podía creerlo, ni siquiera pude acercarme a ella porque correría la misma suerte, aunque en ese momento nada me importaba, me quedé llorando, no podía hacer mas nada.
Regresé a mi casa pensando que debí declararle mi amor mucho antes. El único recuerdo que me quedó fue aquella mirada tan dulce que en la lluvia me regaló.
Ahora soy una pequeña rana solitaria y enamorada.
2do Lugar en el concurso de cuento del COBAY 2010.

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